Obligarse a cumplir los votos es profesar (profesión religiosa),[3] Existen varios grados en esa profesión de votos: hay una profesión simple o temporal ("votos simples") y una profesión solemne o perpetua ("votos solemnes").
La expresión concreta de los votos difiere según las órdenes religiosas. Entre los benedictinos y cartujos los votos se consideran comprendidos en la conversio morum o conversatione morum ("conversión de costumbres", o "vida monástica": promittat de stabilitate sua et conversatione morum suorum et oboedientia -"su estabilidad, vida monástica y obediencia"-, capítulo 58 de la Regla de San BenitoDe disciplina suscipiendorum fratrum, que se titula en la versión castellana "El modo de recibir a los hermanos").[6] los salesianos el de apostolado en los jóvenes, las misioneras de la caridad el de servicio a los pobres, etc. Otras prácticas piadosas o penitenciales, como el denominado voto de silencio, no son en realidad votos monásticos exigidos en ninguna regla. En esa forma (de forma privada), como todo tipo de promesas hechas con cualquier propósito (habitualmente propiciatorias con la esperanza de recibir de Dios una gracia particular), pueden ser ofrecidos incluso por los seglares (peregrinaciones, ayunos, mortificaciones u ofrendas —algunas de ellas denominadas exvotos—). Los votos emitidos de forma pública están restringidos por las regulaciones del Derecho canónico, por lo que se denominan "votos canónicos".
Históricamente los votos monásticos tuvieron una marcada función: implicar extraordinariamente al monje en la sociedad feudal y del Antiguo Régimen, y proporcionar claros valores a esa sociedad.[10]
Natividad con San Francisco y San Lorenzo, de Caravaggio. La escena de la Natividad, que transcurre en un pesebre, indica la pobreza en que nació Cristo. El que fueran los pastores, pobres ellos mismos, los primeros en recibir el mensaje evangélico y en acudir a adorarle (antes que los reyes) ha sido tradicionalmente interpretado en el mismo sentido. La obra de Caravaggio no representa la escena evangélica, sino una sacra conversazione (lo que justifica la presencia de dos santos posteriores a ese momento) con San Francisco de Asís y San Lorenzo, muy vinculados al tema de la pobreza (durante las persecuciones, a Lorenzo, diácono, las autoridades romanas le demandaron presentar las riquezas de la iglesia, y llevó a un grupo de pobres, diciendo que ésas eran).
Una mujer perfuma los pies de Cristo con sus cabellos, en un relieve románico de Saint-Gilles-du-Gard. Sea María de Betania, María Magdalena o una pecadora anónima, los evangelios reservan a estas mujeres la capacidad de acercarse a Cristo mediante la ofrenda de bienes temporales. La condición femenina de estas y otras santas posteriores (especialmente Santa María Egipcíaca) ha suscitado interpretaciones encontradas.[11]
El religioso es pobre, igual que Jesús nació y vivió pobre, lo que implica que el monje no posee nada, ni el el hábito que viste, ni la comida que come (nec proprii corporis potestatem se habiturum scit -"no ha de tener dominio ni siquiera sobre su propio cuerpo"-);[13] lo que no impedía que de hecho vista o coma, ni que la institución a la que pertenece (el monasterio) colectivamente acumulara tierras, obras de arte y todo tipo de propiedades. El monje vivía en el monasterio, y el grado de disfrute de sus riquezas dependía de la mayor o menor observancia o relajamiento de su regla. Lo que sí se impedía muy eficazmente era que el monje disputara a sus hermanos o familiares la parte de la herencia que le hubiera podido corresponder de no haber hecho los votos. La rígida sociedad estamental concentraba en el primogénito de una familia noble las propiedades familiares y la continuidad del título (mayorazgo), destinando a los hermanos segundones a la Iglesia.
La escena evangélica de la multiplicación de los panes y los peces suele interpretarse como una prefiguración de la eucaristía y de la necesidad de compartir, expresada a sus discípulos como una orden, que justifica la existencia de las instituciones religiosas que administran la caridad: Non habent necesse ire; date illis vos manducare ("No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos" -Mateo, 14:16-).[21]