Regenbogen |
Regenbogen (Arco Iris) era el nombre en clave de la operación final destinada a la destrucción de las unidades
Tras recibir la orden de alto el fuego, muchos comandantes de submarinos pusieron en práctica dicha operación, consistente en abandonar las bases, alcanzar aguas profundas, proceder a inutilizar los instrumentos y finalmente destruir sus buques.
La orden de destrucción de la flota de submarinos no llegó a ser nunca radiada por
En ese acuerdo, firmado entre el Almirante General
Hans George von Friedeburg (
La intención del "
Este objetivo se consiguió con creces, evacuándose por mar entre el día
Cuando el
La capitulación entró en vigor el
Pero a pesar de la orden del propio Doenitz, a quien sus marinos respetaron y obedecerían hasta el final, incluso algunos hombres del arma submarina fueron los últimos en formar su guardia personal, numerosos comandantes comenzaron a abandonar los puertos y bases procediendo a destruir sus unidades emitiendo la consigna Regenbogen de boca en boca, en la creencia que si Doenitz la había invalidado, había sido bajo coacción de los aliados y nunca por propia iniciativa.
F. Martinelli en su obra Los tiburones del III Reich deja bien claro que no fue el gran almirante quien radió la consigna destructora y así lo expone en su libro, al que me he permitido la licencia de añadir algunos datos aclaratorios al mismo:
El 4 de mayo, mientras Montgomery concede su autorización para continuar el traslado de prófugos y militares desde las zonas orientales, Dönitz se compromete a que ninguna de las unidades de la Kriegsmarine sea saboteada o hundida. Sus más íntimos colaboradores protestan. Karl Dönitz hace enviar a todas las unidades que navegan o están ancladas en los puertos el siguiente mensaje: Arco Iris anulado.
Martinelli, al igual que otros autores de reconocida credibilidad, David Mason entre otros, deja bien claro en su libro que la consigna no fue radiada, a pesar del desacuerdo del alto mando. Pero todavía queda aclarar porqué algunos comandantes no obedecieron esta orden de su jefe supremo, y como llegó la misma a las dotaciones de los submarinos.
Según relata Martinelli:
Los submarinistas que han recibido la orden de dejar intactas las unidades de guerra se miran perplejos. Algunos jóvenes comandantes (Fregattenkapitän Heinrich Liebe del "U-2" y "U-38" y el Oberleutnant zur See Joachim Düppe del "U-2505"), conocidos por sus épicas aventuras en el mar, acuden precipitadamente a Plön (Cuartel General de Doenitz desde el 21 de abril de 1945) durante la noche (hacia las 21.30 del 4 de mayo) y discuten vivamente con Lüdde-Neurath, quieren oír personalmente de labios del gran almirante la orden que se les ha transmitido por radio. Dönitz descansa y su ayudante mayor está decidido a defender las pocas horas de sueño de su jefe, extenuado por la ininterrumpida vigilia de días y días.
Un gallardo oficial, en nombre de todos sus compañeros, toma la palabra:
-El cese del fuego se ha fijado para mañana. ¿En estas horas no podríamos?...
. Y sigue explicando los motivos de la negación de dicha orden de boca del ayudante de Doenitz, Korvettenkapitän Lüdde-Neurath:
El almirante no podía hacer otra cosa, no es sólo el jefe de la Kriegsmarine, sino también del Estado (había sido nombrado sucesor del Führer el 30 de abril). Las negociaciones con los ingleses no han sido fáciles. Los aliados han impuesto estas condiciones. Sé muy bien que son duras. Pero, pensándolo fríamente, dígame si podía el almirante negarse a someterse a ellas o condenar a una muerte segura a centenares de miles, acaso de millones de militares y civiles" (en alusión a la operación destinada a repatriar a los civiles de las zonas próximas a quedar bajo dominio soviético ante el temor –infundado o no-, a que los rusos aplicasen a sus prisioneros tratos vejatorios e inhumanos
Luego, con voz casi imperceptible, comenta:
-Una cosa sí es cierta. Si yo fuese comandante de un submarino, no pediría consejos ni sugerencias a nadie. Sabría como comportarme..
Una hora más tarde, de un puerto a otro de Alemania del Norte, se lanza la palabra clave: operación Arco Iris. Todos los submarinistas abandonan los cuarteles y campamentos, se apretujan en los muelles, suben nuevamente a borde de los ágiles lobos y silenciosamente, mientras las ciudades duermen aún, abandonan los puertos, pasan sin ser vistos ante los barcos de guerra aliados, los lobos están realizando su último viaje; la operación Arco Iris debe realizarse entes del alba del
Todas las unidades izan la bandera alemana y la enseña de guerra, antes de abrir las cajas de inmersión, llenar las cajas de relojería y sabotear los aparatos, operaciones necesarias para un autohundimiento.
Leyendo estas líneas nos queda aclarado que la decisión última de destruir los buques quedó en las manos de los comandantes de las unidades.
El propio Karl Doenitz siempre mantuvo que jamás radió dicha consigna y en su obra 10 Jahre und 20 Tage (traducida al castellano como "Diez años y veinte días", Bonn, 1958), explica el incumplimiento de sus órdenes de la siguiente manera:
...en la conferencia militar que tuvo lugar en la mañana del 4 de mayo, di órdenes al Alto Mando de las Fuerzas Armadas, en el sentido de prohibir toda destrucción de armamento. Simultáneamente, el Jefe de la Dirección de la guerra marítima recibió indicaciones de dejar sin efecto las instrucciones cursadas bajo la consigna “Regenbogen” —arco iris— relativas a las medidas previstas sobre hundimientos de barcos.
Los hundimientos cesaron, por tanto, excepto en una parte de los submarinos que fueron hundidos por sus comandantes antes de entrar en vigor el armisticio, en la noche del 4 al 5 de mayo. Con respecto a dichos submarinos, la destrucción, por hundimiento o explosión, estaba prevista desde mucho antes, y la contraorden de la Dirección de la guerra marítima no produjo efecto alguno, Los comandantes creían que, al hundir los barcos, obraban de acuerdo con mi criterio. Estaban convencidos de que una “orden de entrega” sólo podía haberla dado yo por hallarme coaccionado...