Los reyes nabateos
Hacia el 170 a. C., los reyes nabateos entraron en los relatos de la Biblia.
Aretas I persiguió a Jasón forzando su huida a Europa (según el Segundo libro de los macabeos 5.8).
Pompeyo intentó, inútilmente, anexionarse la provincia de Siria el territorio de los nabateos; pero solo consiguió
Filadelfia y algunas ciudades de la Decápolis.
Por este tiempo se rompió la antigua amistad con los judíos, y así los nabateos que ayudaron en más de una ocasión a los macabeos (según el Primer libro de los macabeos 5.25 y 9.35), se vieron atacados por Alejandro Janneo, rey y sumo pontífice de los judíos, que les arrebató algunas ciudades.
Aretas II se puso del lado de Gaza en su discordia con aquéllos. Gracias a la ayuda de los nabateos, esta ciudad pudo resistir el ataque de sus enemigos.
En cierto modo, la tierra de Moab estaba colonizada por los nabateos. Alejandro Janneo consiguió someterla a tributo, sin que el rey nabateo Obodas I pudiese impedirlo. Por su parte, los romanos continuaron sus incursiones por el territorio nabateo. Más tarde Alejandro Janneo fue derrotado cerca de
Garada ―en la Gaulanítide― gracias al dominio de esas rutas comerciales que el rey Obodas I aún poseía.
Su sucesor, Aretas III gobernó en Damasco hacia el año 85 a. C. Esta injerencia de los nabateos era mal vista por Pompeyo; pero ellos se mantenían seguros gracias al control y dominio de las rutas del este. El general romano envió contra la capital de los nabateos a Escauro, que llegó hasta Petra, pero solo consiguió 300 talentos que el rey nabateo pagó gustosamente con tal de verse libre de la poco grata presencia romana. Más tarde (55 a. C.), Gabinio intentó obtener algún botín de los nabateos antes de volverse a Roma, pero lo más que consiguió fue la liberación de los partos exiliados.
El rey
Malicos I (60-30 a. C.) tuvo que pagar al legado romano Ventidio una fuerte suma en concepto de tributo. Este mismo rey nabateo entabló lucha contra el hijo del idumeo Antípatro, que tanto favor gozaba en la corte judía de los asmoneos. Las primeras refriegas con el que sería más tarde Herodes el Grande tienen lugar al norte del río Yarmuk, en
Diáspolis y
Canata. Después de una primera victoria judía, Herodes fue vencido por los nabateos, pero pronto tomó la revancha, junto a Filadelfia, donde aquellos sufrieron una fuerte derrota.
Mapa del sur del
Levante mediterráneo, ca. 830 a. C. Las regiones representadas son, de este a oeste y de norte a sur:
Con Aretas IV (9 a. C.-40 d. C.) el reino nabateo alcanzó su máximo esplendor. Inicialmente estaba enemistado con los romanos, entre otras razones por haber subido al trono sin autorización del emperador Augusto. Pero luego supo atraerse el favor de Roma poniendo a disposición de Varus un buen contingente de hombres contra una sedición de los judíos. La enemistad con el país vecino aumentó cuando Herodes Antipas (el tetrarca de Galilea), repudió a la hija del rey Aretas IV, uniéndose con Herodías, la esposa de su hermano. Este fue el verdadero motivo de la guerra, aunque se justificara con cuestiones fronterizas.
Tiberio se puso de parte de los judíos y ordenó que, vivo o muerto, Aretas fuese llevado a Roma, pero muerto el emperador, Vitelio, legado de Siria, no consiguió apresar al monarca que permaneció en Petra, sin olvidar sus dominios del norte en la región damascena. En tiempo de Calígula (37-41) estuvo representado en Damasco por un etnarca que veló por los intereses del pueblo. En este periodo ocurrieron los hechos a que se refiere Pablo de Tarso en su Segunda carta a los corintios 11.32.
Los sucesores de Aretas IV perdieron el control de Damasco en tiempos del emperador Nerón, aunque siguieron dominando en Admedeva, la primera población en la ruta de Damasco a Palmira.
Rabel II (71-106) fue el último rey nabateo. La unificación que se había realizado alrededor de este reino por la incorporación del último territorio herodiano del norte de Yarmuk, debería proseguir normalmente con la anexión de la Arabia nabatea al Imperio romano.