Descripción y origen
El término indlandsis se aplicó inicialmente a las zonas cubiertas por hielos permanentes de Groenlandia, Islandia y los archipiélagos árticos. En la actualidad, la palabra danesa es la usada por los geógrafos para referirse a todo campo de hielo de dimensiones continentales y que persiste durante siglos.
Los indlandsis poseen una forma cupular con una gran curvatura, independientemente del relieve que posea el sustrato en que están asentados. El peso del hielo (en las partes más profundas "hielo fósil") (en la Antártida llega a tener 2000 m de espesor) provoca que la superficie de la litosfera bajo el hielo se encuentre en una buena parte bajo el nivel del mar. Al fin y al cabo el hielo glaciar es una roca sólida que contribuye a la estructura de la corteza y condiciona su equilibrio isostático.
Durante los períodos glaciales, la extensión de las capas de hielo se amplía considerablemente: en el Würm o wurmiense, los casquetes se extendieron por Europa y Norteamérica hasta unos 45º grados de latitud.
Durante los períodos tibios o cálidos interglaciales, el retroceso de las capas de hielo deja señaladas huellas en el relieve de las tierras emergidas. En primer lugar, se produce por isostasia una lenta elevación del territorio que ha estado bajo el hielo, y se presentan formaciones geofísicas características: escudos —extensas planicies y llanuras debidas a la fuerte erosión que causa la capa de hielo al avanzar y retroceder—. Esto se aprecia especialmente en el hemisferio norte, en donde destacan el Escudo Canadiense y el Escudo Báltico, lagos glaciares, colinas morrénicas (especialmente drumlins), valles de origen glaciar, fiordos, firths, rías, gigantescos cantos rodados y —como ocurre en la Patagonia argentina— picachos aislados (antiguos nunataks) llamados chihuidos.